MARÍA VICTORIA CRISTANCHO
Publicado domingo 19 de abril de 2009
Para EL TIEMPO
ABU DHABI, EMIRATOS ÁRABES UNIDOS
La primera vez que Amina se pintó los labios y se alborotó su oscura cabellera con tranquilidad fue para salir de su país, y sabía que era la hazaña de su vida, que asumiría las riendas de sus decisiones sin esperar a que ningún hombre le dictara lo que debía o no hacer. Entonces, tenía solo 22 años y todavía recuerda con emoción ese momento.
A ojos occidentales este pequeño paso de independencia de esta egipcia no luce como algo extraordinario, pero en buena parte del mundo árabe lo que hizo no solo se trata de una gran rebelión contra la tradición, sino también, de una grave falta contra la religión.
En pleno siglo veintiuno, conducir un automóvil, viajar y hasta tener novio con total libertad sigue siendo una utopía para millones de mujeres en muchas partes del mundo árabe, pues los hombres siguen regentando sus destinos.
En países como los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Qatar, Kuwait, entre otros, el matrimonio es arreglado por los padres y, en muchos casos, la mujer ni siquiera tiene el derecho de rechazar al candidato.
En la mayoría de los países árabes, la mujer necesita una carta de “no objeción” para sacar licencia de conducir, abrir cuenta bancaria y, en algunos casos, hasta un permiso especial de su marido para poder viajar.
La patria potestad de los hijos la tiene el hombre y en los Emiratos, los hijos de mujeres locales casadas con extranjeros no tienen derecho a la nacionalidad.
Más aún, se espera que las mujeres vistan recatadamente, con velo y abaya (larga bata negra que se usa para esconder la figura de la vista de extraños). Y en países como Arabia Saudí, una mujer que vulnere estos códigos sociales puede ser amonestada e, incluso, arrestada.
De hecho, en Dubai se estableció un código de conducta que prohíbe, uso de usar ropas que muestren los hombros o tengan escotes pronunciados. Ni pensar “shorts” o minifaldas.
Peor aún, el adulterio femenino es un delito castigado con cárcel, aunque la persona no sea árabe. Dos casos ocurridos en Dubai recientemente: una mujer inglesa casada con un libanés fue acusada de adulterio y tras un año de huir, se entregó a las autoridades y está presa, mientras que sus dos hijos están bajo la custodia paterna; el otro caso es de una filipina que quedó embarazada de un hombre que no es su esposo y también está en prisión esperando por un juicio que la mantendría en la cárcel por hasta 5 años, tras los cuales sería deportada a su país.
Nadie cuestiona que la mujer árabe moderna ha logrado superar obstáculos sociales, que estudia, trabaja, viaja, tiene posiciones de liderazgo en el gobierno y sector privado. Pese a esos cambios, la mayoría de ellas todavía sigue subyugada la figura masculina en su vida diaria. Muchas de ellas ni siquiera ponen entre dicho ese control, pero, para otras, ser mujer y no sucumbir en el intento es una batalla que las lleva hasta renegar de su familia, sus tradiciones y hasta de su país.
Amina Bark es una egipcia, que labora en Dubai, y con maneras desenfadadas, le contó a EL TIEMPO su propia experiencia: “Ser mujer es casi una peste en el mundo árabe”, sentencia, al contar cómo dejó su país para “exilarse” en los Emiratos Árabes Unidos -el más liberal de los países árabes- y así huir de los rigores de la religión y la tradición de su familia.
Nacida en una pequeña población cercana a El Cairo y en el seno de una familia muy conservadora, está joven de cabellera voluptuosa y mirada inquieta, vio pasar sus primeros años de la infancia de la mano de su madre, siempre ataviada de velo y abaya, sin poder salir de casa ni trabajar, ni ver televisión, ni leer periódicos.
Con indignación recuerda el día que comenzó su pubertad, uno de sus familiares le quiso obligar a poner un velo para cubrir su cabellera. “Yo lo tiré al piso y desde ese momento decidí que nunca usaría esas ropas, también me empeñé en estudiar y en eso me respaldó mi madre”. Las dos se convirtieron en aliadas y culminada la escuela, Amina fue enviada a una universidad de Estados Unidos. “Esa fue mi liberación”, recuerda orgullosa, al resaltar la valentía de su madre de enfrentar a su familia y la sociedad para apoyar los deseos de su hija.
Su mamá le dice a todo el que pregunta, que Amina está en un “curso de entrenamiento”. Pero hace poco un tío que descubrió que ella en realidad está trabajando y la ha estado llamando para que vuelva a Egipto y se comporte como “una buena musulmana”. Amina asegura que no volverá “ni arrastrada”.
“Si me hubiese quedado en Egipto, ya estaría casada en un matrimonio arreglado o tendría que esperar por el permiso de los hombres de mi familia hasta para salir de casa”, cuenta con amargura Amina, al calificar esas limitaciones como “aberraciones” que nada tienen que ver con el Islam, la religión que profesa con devoción.
“Hablar de las mujeres en el mundo árabe me hace doler la cabeza”, cuenta por su parte May (que prefiere que no se publique su apellido), y que quien como Amina, huyó de su país. En este caso, de Arabia Saudí.
“No podía conducir, no podía salir sin una chaperona, no podía ni siquiera viajar sin el permiso del hombre de mi familia”, recuerda con amargura esta mujer de 34 años, quien estudió en Estados Unidos y ahora es profesora universitaria en Dubai, donde dirige un departamento de investigación sobre el tema de género y liderazgo femenino.
May califica de “inaudito” que la policía saudí, a instancias de la muy ortodoxa Comisión para la Promoción de la Virtud y Prevención de los Vicios, vaya por la calle encarcelando mujeres que van maquilladas, se atreven a tomar el volante de un carro o que conversen con hombres ajenos a su círculo familiar.
Justo hace unas semanas la prensa reflejó el caso de una mujer que fue detenida por la policía de la ciudad de Medina por conducir un automóvil, según reporte de la agencia de noticias Arab News.
Al verse descubierta en el “delito”, la mujer, cuya identidad y nacionalidad no fue revelada, trató de huir y por los nervios chocó el vehículo.
Hace pocas semanas, la línea dura del clero saudita pidió al Gobierno que prohíba que mujeres aparezcan en programas de televisión y en fotografías que se publiquen en medios impresos, pues incitan a “pensamientos pervertidos”.
Arabia Saudí presenta los casos más cuestionados sobre discriminaciones contra la mujer. Sin embargo, las limitaciones contra los derechos femeninos se repiten en todos los países del mundo árabe. Por ejemplo, las leyes de naturalización los Emiratos Árabes Unidos y de El Líbano establecen que la ciudadanía es otorgada por la vía paternal y niegan el derecho a mujeres libanesas o emiraties pasar su ciudadanía a los hijos de que nazcan de padres extranjeros.
En países como El Líbano existe la llamada Ley de Estatuto Personal que establece que la mujer musulmana o no, debe obedecer a su esposo y se le compele a la sumisión del hogar.
Más grave que eso la mujer musulmana libanesa puede ser castigada por su pareja y su esposo puede divorciarse de ella sin necesidad de dar explicaciones. La custodia de los hijos la tiene el hombre y la mujer libanesa solo hereda la mitad de lo que los hermanos varones, en caso de la muerte de los padres.
El Código Penal libanes refuerza la discriminación contra la mujer (Artículos 478, 488 y 489), al señalar que los hombres solo son culpables de adulterio si cometen el delito en el hogar conyugal, y solo se admite con pruebas de adulterio público y recurrente, y evidencias como cartas y documentos. Por contraste, la esposa es culpable, sin considerar el lugar en el que cometa el adulterio, así sea infiel a su esposo una sola vez y en privado, delito que solo requiere testigos orales para ser penalizado. La mujer tiene que probar su inocencia, mientras que el hombre puede ser exonerado por falta de peso del material evidencial.
Otra peculiaridad legal que se repite en el mundo árabe la existencia de la figura del “crimen de honor”, que se utiliza como recurso para reducciones de pena a hombres en caso de asesinatos de mujeres de su familia, que hayan sido conseguidas infraganti en adulterio o sexo fuera del matrimonio. En el caso de El Líbano, la Ley 562 establece la figura de “excusa circunstancial” que reduce la condena de la pena capital por asesinato a menos de un año de prisión. Este recurso no es válido en el caso de que sea la mujer la que perpetre el asesinato de un hombre de su familia.
En todos los países de la región se realizan los matrimonios arreglados, donde la familia escoge la pareja de la mujer. Casos extremos en las regiones más tradicionales, la mujeres son obligadas a casarse a edad temprana. El caso más reciente ocurrió hace menos de un mes en Arabia Saudí, donde un juez autorizó el matrimonio de una niña de 8 años con un hombre de 60 años. La Unicef presentó una protesta ante el gobierno de ese país, cuyas autoridades decidieron regular el matrimonio, estableciendo que la pareja no tenga relaciones sexuales hasta que la niña alcance la pubertad.
No todas lo ven mal
“El Islam está para defender a la mujer, son algunos sectores radicales y tradicionales lo que mal interpretan la palabra del profeta Mahoma”, replica Muhra Al-Muhairi, una emirati, vestida de abaya y velo, casada con tres hijas y profesora del Higher Colleges of Technology, un instituto universitario exclusivo para mujeres.
“Para el Islam, mujeres y hombres somos iguales”, puntualiza Al-Muhairi, quien reconoce que hay algunas normas impuestas por la sociedad que limitan esas igualdades.
Venida de una familia tradicional emirati, A-Muhairi se casó en un matrimonio arreglado por sus padres, acción que ella defiende como una ventaja, porque confiesa que ella “no sabría como atraer a un hombre”.
En su sociedad, la mujer no está obligada a trabajar ni a preocuparse de las finanzas del hogar, es el hombre el que tiene que hacerlo. “La mujer tiene el derecho de no trabajar y eso es un peso menos que llevar sobre los hombros”, sostiene Al-Muhairi, quien no ve problema en que deba contar con un permiso escrito de su esposo para abrir cuenta bancaria, sacar la licencia de conducir y hasta para trabajar.
El esposo de Al-Muhairi no le permite conducir su automóvil y le tiene asignado un chofer para que la movilice. Ella no le ve problema a la prohibición y casi que lo agradece porque dice que “así no tengo que parquear”.
Por ley, al realizar cualquier trámite legal en organismos del gobierno cualquier mujer emirati o extranjera debe contar con una carta de “no objeción” de su esposo o padre. Además tanto en bancos como oficias del gobierno y en el transporte público y hasta en la playa hay zonas señaladas “solo para mujeres”.
Ante esta práctica, la profesora emirati argumenta que esas normas “son creadas para proteger a la mujer”, no para afectarla.
En eso coincide una jordana que vive en Abu Dhabi desde hace diez años y para quien el mejor lugar para una mujer musulmana es el Oriente Próximo.
Esta arquitecto, que nunca ha ejercido la profesión, casada y con dos niñas, reconoce que hay países en la región donde hay más avances en materia de derechos de la mujer, como Jordania, Palestina, Siria y el Líbano, donde la mujer tiene vida activa en elecciones populares, carreras profesionales, ingreso económico y lo más importante acceso a educación del más alto nivel.
“El Islam ordena a los hombres respetar a las mujeres y cuidar de ellas y si el hombre es un buen musulmán que obedece las verdaderas enseñanzas, entonces la mujer deberá ser tratada con amabilidad y respeto”.
Esta jordana no se maquilla, viste de abaya negra y un velo que cubre su cabellera y cuello, y explica que es la forma que tiene para “ser modesta ante los ojos de Alá” y asegura que sus hijas seguirán como ella los preceptos del Islam con alegría. No obstante, rechaza los casos extremos como los de Arabia Saudí.
Hace tres años, cuando por primera vez se designó a una mujer para ocupar un cargo dentro del gobierno saudi, un alto funcionario de ese país explicó que el asunto no obedecía a una apertura de la monarquía saudí, sino a “una muestra de cómo ha mejorado la formación” femenina.