miércoles, 8 de abril de 2009

Cuentos árabes



La tradición de cuentos orales ha sido la base de la cultura árabe desde mucho antes de que se inventara la escritura. Es fascinante imaginar esos hombres y mujeres del desierto, sentados alrededor de las fogatas nocturnas compartiendo y recordando historias que una vez escucharon de sus padres y estos a su vez de los suyos.
De eso ha querido escribir Aida Loughran, periodista e intelectual panameña, a quien la vida también la ha puesto en esas tierras llenas de magia y belleza. Aquí transcribimos su reflexión:
"En uno de estos días de lluvia en Abu Dhabi(no muy frecuentes por cierto) charlando con mi amiga Heba, vino a nuestra conversación las maravillosas historias que de niñas ambas escuchamos y que creo alimentaron este deseo de contar cuentos, que son nada más que reflejo de los otros que mi padre una vez me contó en Panamá.
Así, como yo, mi amiga fue una atenta escuchadora (oyente), ya que su madre, mientras tejía o cocinaba le contaba a ella y a sus hermanos historias de su memoria, que no existían en ningún libro, sino que habían sido transmitidas oralmente de abuelos a padres de padres a hijos por generaciones.
En su villa, Marruecos, me decía había una casa de huéspedes llamada Madhafah en árabe, donde los hombres, luego de su jornada de trabajo, escuchaban historias mientras el narrador hakawati usualmente toca una pieza en un instrumento de cuerda. Las historias podían ser cómicas sobre el matrimonio o tristes, heroicas sobre la guerra, la pérdida de la cosecha o la clásica historia de un amor pérdido. El hakawati sentado recitaba más que hablaba cada palabra y modulaba su voz agobiado por la tristeza o lleno de júbilo, bajaba su tono para denotar suspenso y elevaba su voz para presentar ira en sus caracteres. Sin embargo, aunque las historias tenían como principal objetivo enseñar moral, historia o hacer reír todas eran muy entretenidas. Arte necesario para que la historia trascienda más allá y se quede en la memoria del que la escucha con la enseñanza que se desea.
Un claro ejemplo de la magia del hakawati está en Alf Laylah wa Laylah o Las mil y una noche, como es mundialmente conocida esta obra de relatos árabes, la historia se inicia con Scheriar, un sultán que al ser engañado por su primera esposa decide imponer en su territorio la ley de que cada día se casaría con una joven y después de la noche de bodas la mataría, así sucede por mucho tiempo hasta que Shahrazad, la hija del consejero del sultán, decide salvar a su pueblo. Luego de casarse con el Sultán, en la noche de bodas inicia una historia que dejará en suspenso de manera que la curiosidad del sultán por conocer el desenlace le permitía salvar un día más su vida. Así con inteligencia, creatividad y sabiduría por mil y una noche deleitará y ganará la confianza y el amor del sultán.
Compartir con mi amiga nuestras vivencias y el vínculo que tuvimos con nuestros padres en la niñez a través de sus cuentos ha sido revelador. Escuchar-leer historias es la misma necesidad que nos lleva a tener hoy día este blog para contar y lo más importante el arte de contar historias continuará porque a todos nos gusta un buen cuento: no importa si el narrador está en las arenas del desierto árabe o en las verdes praderas panameñas, lo que importa es que el cuentista y la historia cautiven nuestra imaginación".

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